Un análisis crítico del papel real del «yoga» en la proyección internacional de la India.
Introducción
Recientemente me han llegado varios artículos que afirman —tanto en sentido positivo como en negativo— que el «yoga» se ha convertido en una herramienta de soft power del gobierno indio. El soft power, o poder blando, se refiere al «poder de convicción, seducción o persuasión que ejerce un Estado o una organización internacional mediante recursos intangibles, como la cultura, los valores o la ideología, o bien, de forma secundaria, mediante recursos tangibles como los recursos económicos.»[1]
Los ejemplos más claros de poder blando los encontraríamos en los Estados Unidos de América, mediante el cine; en Japón, a través del anime; y en Corea del Sur, con el K-Pop. Los tres países, mediante estas herramientas, pueden transmitir —y lo hacen— sus valores, su visión del mundo, su cultura e incluso sus intereses políticos, ya sea de forma explícita o implícita, y tanto de manera consciente como inconsciente.
Dicho esto, considero que afirmar que la India está haciendo lo mismo mediante el «yoga» es problemático e irreal por diversas razones que expondré en este artículo y que, francamente, han pasado desapercibidas —como era de esperar— para todas aquellas personas que sostienen esta idea.
Las acciones del gobierno indio
Afirmar que el gobierno del primer ministro Narendra Modi utiliza el «yoga» no es una opinión subjetiva, sino un hecho si tenemos en cuenta las siguientes acciones, protagonizadas o impulsadas por su gobierno:
1) En el año 2014, el mismo año en que Modi se convierte en primer ministro, la ONU reconoce el 21 de junio como el Día Internacional del Yoga.
2) En el año 2022, según el Ministerio de Ayush de la India,[2] durante el Día Internacional del Yoga se «contó con una participación masiva —casi 221,3 millones de personas en la India. A escala global, a través de diversas iniciativas, cerca de 1.250 millones de personas se sumaron a sesiones de yoga.»[3]
3) En el año 2023 «se establecieron dos récords mundiales Guinness: primero, en la sede de las Naciones Unidas en Nueva York, donde el evento del Día Internacional del Yoga encabezado por el primer ministro Narendra Modi contó con la participación del mayor número de nacionalidades en una sola sesión de yoga; y segundo, en Surat, en Gujarat, donde un evento de yoga reunió a [153.000] personas.»[4]
4) Este año 2025, durante el Día Internacional del Yoga en Visakhapatnam, se lograron —según el jefe de gobierno del estado de Andhra Pradesh— 23 récords globales, incluidos 2 del Guinness y 21 del World Book of Records.[5]
5) Sobre el «yoga», informa la Chanakya Policy & Research Foundation que «Su relevancia global y el tamaño de su mercado han crecido de forma constante desde el reconocimiento del Día Internacional del Yoga el 21 de junio de 2014. Según un informe de Grand View Research, el mercado global del yoga estaba valorado en 107,1 mil millones de dólares en 2023 y se prevé que crezca a una tasa de crecimiento anual compuesta (CAGR) del 9,4 % entre 2024 y 2030. De acuerdo con un estudio de Zippia, actualmente hay 36 millones de practicantes de yoga solo en los Estados Unidos, y a escala mundial la cifra alcanza los 300 millones.»[6] Si las cifras de Grand View Research son reales, «El mercado indio del yoga generó unos ingresos de 5.672,7 mil millones de dólares en 2023 y se espera que alcance los 12.667,0 mil millones de dólares en 2030. Se prevé que el mercado indio crezca a una tasa de crecimiento anual compuesta (CAGR) del 12,2 % entre 2024 y 2030.»[7]
6) El gobierno indio recomienda el «yoga» —como actividad física— como parte integral del programa de educación física y salud de su sistema educativo. Además, «el Gobierno ha incluido la formación en yoga dentro del programa [internacional] “Study in India” para animar a los buscadores de yoga del extranjero a obtener formación auténtica de yoga en la India.»[8]
Estos seis hechos muestran claramente que el gobierno indio sí utiliza intencionalmente el «yoga». Los artículos a los que me refería antes interpretan estos hechos como pruebas de que la India emplearía el «yoga» como herramienta de poder blando: «todos estos pasos subrayan el compromiso de la India de promover la salud y el bienestar en todo el mundo»,[9] dicen desde el medio de comunicación IndiaVsDisinformation.com. Pero ¿es realmente así?
La gran ilusión del poder indio global
El gobierno indio puede tener la intención de utilizar el «yoga» como poder blando. Sin embargo, esta estrategia no puede funcionar de ninguna manera, puesto que el «yoga» se ha descentralizado —y distorsionado— por completo. Salvo algunas excepciones muy difíciles de encontrar, los sistemas populares actuales —los «yogas», es decir, los pseudoyogas que se enseñan en centros y estudios de todo el mundo— están completamente desligados de la India, tanto como país como cultura.
Aunque algunos siguen viendo la India como su origen mítico-ancestral —cuando sería más exacto reconocer que sus orígenes reales son América del Norte o Europa— y continúan experimentando fascinación hacia el exotismo superficial asociado a estos sistemas —sobre todo cuando oyen términos en hindi o cuando alguien declara que se ha «formado» en la India—, la realidad es que estos se han desindianizado profundamente, tanto en el plano filosófico como en el cultural y el pedagógico.
Por lo tanto, los sistemas contemporáneos no proyectan ninguna identidad, valor o poder genuinamente indio; al contrario, son un producto occidentalizado o, más exactamente, mal occidentalizado —y no precisamente por culpa de los occidentales—, vacío de cualquier contenido tradicional auténtico.
En segundo lugar, como se desprende del punto anterior, ni las «formaciones» ni los «formados» en la India actúan como verdaderos embajadores del país. Los «profesores» que han estudiado allí —igual que los propios cursos— no son más que mecanismos de legitimación comercial, ya que siempre queda mejor decir que uno se ha formado en la India, pero no puentes diplomáticos ni, mucho menos, espirituales.
No van para formar parte de una tradición ni para mantener vínculos con la cultura india, ni para hacer vida en el subcontinente. Y menos aún van para establecer ningún vínculo institucional o político una vez obtenido el título: su relación con la India suele terminar exactamente cuando termina la transacción comercial. Porque es, precisamente, una transacción.
En tercer lugar, el mercado actual del «yoga» está dominado por dos visiones principales: quienes lo practican como ejercicio físico y quienes lo hacen por razones de salud (a menudo combinadas). Si esta es la demanda del público, la oferta de los centros y de los «profesores» se adapta a ella: de ahí la proliferación de marcas y sistemas orientados a satisfacer estas necesidades («yoga terapéutico», «yoga fitness», etc.).
Como es lógico, ninguno de estos dos sectores se siente alineado o atraído por la India, ya que las motivaciones de los practicantes son puramente prácticas: actividad física, salud o ambas. Los practicantes no tienen nada que ver con la India y, sobre todo, los «profesores» tampoco.
En cuarto lugar, tanto desde el punto de vista económico como narrativo y en lo referente a las tendencias, el mercado global del «yoga» —que, según Grand View Research, estaba valorado en 107,1 mil millones de dólares en 2023— está completamente dominado por Occidente, pero no como civilización, sino simplemente como zona geográfica. Dicho de otro modo, el «yoga» global está controlado por actores occidentales: corporaciones internacionales, plataformas y aplicaciones, cadenas, estudios boutique, influenciadores y marcas o sistemas de fitness autodenominados «yoga».
El mercado global del «yoga» no es, por tanto, un mercado cultural indio ni mucho menos un espacio dirigido por la India, sino un mercado privado claramente dominado por elementos occidentales.
Esto implica algo muy relevante y a menudo ignorado: el gobierno indio no tiene, ni puede tener, ningún tipo de control sobre la narrativa o el mercado global del «yoga», ni tampoco sobre las tendencias que se derivan de él. Lo más preocupante de todo es que el gobierno —como se evidencia, por ejemplo, en el punto seis citado anteriormente— no solo sigue la tendencia del mercado global, sino que incluso la impulsa: el propio Estado reduce el «yoga» a una actividad física, de salud o de bienestar, eso sí, con toques indios. Al fin y al cabo, un país no puede ejercer poder blando sobre un fenómeno al que él mismo se ha adaptado y subordinado.
En quinto lugar, hay un elemento crucial que casi nunca se tiene en cuenta: muchos «profesores» transmiten determinadas ideas político-sociales, ya sea de manera implícita —con el énfasis en valores cliché como la no violencia, la tolerancia o el ecologismo— o de manera explícita, con instituciones o «profesores» adoptando directamente un papel de activistas dentro de las clases o de los cursos. Este hecho no suele generar controversia porque la práctica del «yoga» en Occidente es, en general, un espacio ampliamente dominado por los sectores de «centro»-«izquierda».
Ahora bien, esto se vuelve problemático cuando se contraponen estos valores con la realidad india. Entonces se produce un distanciamiento inevitable que impide que el practicante ideologizado pueda sentirse identificado o persuadido por el sujeto de este supuesto poder blando: el gobierno indio. Dicho de otro modo, quien debería ser persuadido descubre que aquella tierra mítica no tiene nada que ver con lo que le habían vendido.
Es muy revelador observar cómo algunos grandes maestros internacionales sostienen un discurso para el público occidental y otro —así como ciertas acciones— para el interior de la India. Lo mismo ocurre con determinados líderes políticos indios, que intentan suavizar o disimular los problemas internos mediante un discurso «yóguico» internacional idealizado.
Conclusión I: Por qué el «yoga» no es poder blando
El gobierno indio —o sus críticos— pueden creer que utilizan el «yoga» como herramienta de poder blando, pero esto no es muy diferente del niño que espera encontrarse, la madrugada del 25 de diciembre, con Papá Noel en el salón de su casa. El mundo del «yoga» actual es una fantasía: un universo irreal solo comparable —en lo que respecta a su extensión— al mundo fantástico creado por J. R. R. Tolkien. Con una diferencia notable: las obras de Tolkien transmiten verdades profundas; el mundo actual del «yoga», no.
Llegados a este punto, considero totalmente desmontada la afirmación de que el «yoga» es una herramienta real de poder blando de la India. Las razones son muy claras: el gobierno indio no controla la narrativa y, evidentemente, no puede controlar aquello que no controla. El poder blando solo se construye cuando un país produce algo —contenido, valores, estilos, narrativas, etcétera— que el resto del mundo imita o desea.
Pero la narrativa global del «yoga» ya está fijada por Occidente desde hace cincuenta años, a través de miles de marcas, gimnasios, instructores e influenciadores. Ninguna campaña de récords mundiales, por muy espectaculares que sean, puede revertir medio siglo de mercantilización, disolución y tergiversación.
Lo más triste e irónico de todo es que, aunque la narrativa actual del «yoga» está fijada por Occidente, la India no solo no la contrarresta, sino que ha terminado adoptándola como propia, legitimándola institucionalmente y proyectándola como versión oficial.
Conclusión II: ¿Qué hace realmente el gobierno indio con el «yoga»?
Dejando de lado la cuestión del poder blando, ¿qué obtiene realmente el gobierno indio o cómo utiliza de verdad el «yoga»? En el plano de la realidad, es mucho más coherente afirmar que el gobierno indio utiliza el «yoga» e impulsa las narrativas globales —es decir, el «yoga» entendido como fitness, terapia alternativa o bienestar— por tres finalidades básicas:
1) Obtener beneficios económicos.
Mediante el turismo «yóguico», programas internacionales como Study in India, cursos universitarios en estudios yóguicos, programas de formación de «yoga» (YTT/TTC) o el turismo de bienestar, la India intenta captar una pequeña parte de un mercado global que no controla. Nada de esto le proporciona poder político, influencia internacional, control de la narrativa ni exportación de valores indios; solo genera ingresos y turismo.
2) Reforzar la imagen interna.
El gobierno —especialmente bajo Modi— intenta consolidar un relato de orgullo nacional, de recuperación del patrimonio y de reivindicación de su tradición cultural, proyectando al mismo tiempo una identidad moderna pero —supuestamente— espiritual. Esto es política interna, no poder blando: no modifica percepciones ni valores en el exterior. El problema es que este relato nacional se está construyendo sobre una versión errónea y desfigurada del yoga, que no es ni tradicional ni espiritual.
3) Obtener visibilidad internacional.
Las megasesiones, los récords mundiales y los eventos anuales buscan proyectar una imagen determinada, de identidad, autenticidad, grandeza y cohesión. Es el equivalente superficial —y, además, conceptualmente torpe— al papel que desempeña el Carnaval de Río en la proyección internacional de Brasil. Pero eso es solo visibilidad —fotográfica, mediática—, no influencia real. No transforma valores globales ni orienta políticas de otros países, ya que la narrativa del «yoga» no está en manos de la India.
En definitiva, el gobierno indio no utiliza el «yoga» como una herramienta de poder exterior, sino como un instrumento de política interna, atracción económica y proyección simbólica. Ninguna de estas dimensiones constituye poder blando. Es simplemente gestión de imagen, no influencia real.
[1] TERMCAT. poder dur / poder suau o hard power / soft power? Diccionari de criteris terminològics. Centre de Terminologia TERMCAT, 2025, www.termcat.cat/ca/diccionaris-en-linia/187/fitxa/NDAwMjA4Nw==. Consulta: 20 nov. 2025.
[2] El Ministerio de Ayurveda, Yoga y Naturopatia, Unani, Siddha y Homeopatia.
[3] Kalanidhi, Manju Latha. «Yoga: A Powerful Tool to Advance India’s Soft Power Image». IndiaVsDisinformation.com, 15 set. 2023, www.indiavsdisinformation.com/en/20230915/yoga-a-powerful-tool-to-advance-india-s-soft-power-image. Consulta: 20 nov. 2025.
[4] Íb.
[5] Press Trust of India. «23 Global Records Set On Yoga Day In Visakhapatnam: Chandrababu Naidu». NDTV, 21 juny 2025, www.ndtv.com/india-news/23-global-records-set-on-yoga-day-in-visakhapatnam-andhra-pradesh-chief-minister-chandrababu-naidu-8724839. Consulta: 20 nov. 2025.
[6] Gautam, Vipashu. «Meditation and Yoga: India’s Growing Soft Power on the Global Stage.» Chanakya Policy & Research Foundation, 29 dec. 2024, www.chanakyapolicyresearch.com/meditation-and-yoga-indias-growing-soft-power-on-the-global-stage/. Consulta: 20 nov. 2025.
[7] Grand View Research. India Yoga Market Size & Outlook, 2023–2030. Grand View Horizon, www.grandviewresearch.com/horizon/outlook/yoga-market/india. Consulta: 20 nov. 2025.
[8] Government of India. Proposal for Making Yoga Compulsory. Unstarred Question No. 2772, Lok Sabha, 7 ag. 2023, sansad.in/getFile/loksabhaquestions/annex/1712/AU2772.pdf?source=pqals. Consulta: 20 nov. 2025.
[9] Kalanidhi, op. cit..